Andrea and her disturbing calmness

An executive named Andrea worked in a small office. In her youth, she was the life of the party, laughing easily, organizing celebrations, and filling the room with her stories of adventure. Her pool parties were memorable. Everyone loved her for her energy, which was very contagious; however, everything changed after a series of disappointments and frustrations that affected her deeply.

Over time, Andrea became a characteristically quiet person. Her home became an oasis of silence. She now spent long moments at her window contemplating her garden, the palm tree was her faithful companion in the afternoon. It was a moment for her. Now in group conversations, her voice was barely heard; she just felt as if every word the others said was a distant melody she couldn't reach. She no longer felt like expressing her opinion.

However, those who had known her before noticed that the change was remarkable. They all whispered among themselves, “She used to be very introverted and restless.” Now everyone was concerned about her tranquility. What had happened to the girl who was so full of life? No one could imagine the emotional pain she carried inside, a pain that had begun to shape her personality.

One fine day, while tending to her garden around the pool, she noticed a small, solitary flower struggling to grow among the weeds. That image resonated within her and shook her like an earthquake. She decided it was time to leave her past behind. It was time to let go of the weight she had been carrying. Andrea understood that pain, even when transformed, can also be the impetus for rebirth. When love opens the door, faith enters.

That afternoon, for the first time in years, she went to a gathering of friends, the birthday party of one of her friends' mothers. She had decided to reconnect with the world she had left behind, but now more aware and mature. She discovered that she didn't have to be extroverted or calmer... just sincere.

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En español

Andrea y su inquietante tranquilidad

En una pequeña oficina trabajaba una ejecutiva llamada Andrea. En su juventud, era el alma vibrante, reía con facilidad, organizaba las fiestas y llenaba los espacios con sus historias de aventura. Sus piscinadas eran memorables. Todos la querían por su energía, era muy contagiosa; sin embargo todo cambió tras una serie de desengaños y frustraciones que la marcaron profundamente.

Con el tiempo Andrea, se volvió una persona característicamente tranquila. Su hogar se convirtió en un oasis de silencio. Ella ahora pasaba largos momentos en su ventana contemplando su jardín, la palmera era su fiel compañera de la tarde. Era un momento para ella. Ahora en las conversaciones grupales, su voz apenas se escuchaba; solo sentía como si cada palabra los demás fuera una melodía distante que no podía alcanzar. Ya no sentía ganas de opinar.

Sin embargo, para quienes la conocieron anteriormente, notaron que el cambio fue notable, ahí mismo todos murmuraban entre ellos “Era muy introvertida y muy inquieta”. ahora a todos le inquietaba su tranquilidad, ¿Qué había sucedido con la chica llena de vida?. Nadie podía imaginar el dolor emocional que llevaba dentro, un dolor que había empezado a moldear su forma de ser.

Un buen día mientras cuidaba su jardín alrededor de la piscina, observo como una pequeña flor, solitaria luchaba por crecer entre las malas hierbas. Esa imagen resonó en su interior y la movió como un gran sismo. Decidió que ya era hora de dejar su pasado. Es tiempo de soltar el peso que llevaba consigo. Andrea comprendió que el dolor aunque transformado también puede hacer el impulso de renacer. Cuando el amor abre la puerta, la fe entra.

Esa tarde por primera vez en años fue a una reunión de amigos, el cumpleaños de la madre de una de sus amigas. Había decido reencontrarse con el mundo que había dejado atrás, pero ahora más consiente y madura. Descubrió que no tenía que ser extrovertida ni más tranquila…solo sincera.

La imagen es de Pixabay