La muerte. Para muchos es un tema difícil de procesar. Algo en nosotros la rechaza, queremos vivir eternamente, no en balde a lo largo de la historia de la humanidad se han hecho intentos de prolongar el tiempo de vida del ser humano. Y en la literatura se fantasea mucho con este tema.
Pero no solo no queremos morir, tampoco deseamos que nuestros seres amados se vayan de este plano, se separen de nosotros. Quisiéramos retenerlos para siempre a nuestro lado, pero eso no es posible y aún sabiéndolo, nos resistimos y cuando ocurre, algo en nosotros se quiebra, el alma se nos destroza, el cuerpo nos tiembla de dolor.
No voy a mentir escribiendo que entiendo plenamente lo que siente alguien que pierde a un ser amado, porque el ser querido más cercano que falleció fue un primo muy querido y cercano y sí, me dolió mucho su partida. Pero aún no experimento la pérdida de una madre, por ejemplo, o una hermana, o mi abuela materna que siempre ha estado presente en mi vida y es el pilar de la familia. Lo que pudiera entender son los síntomas de la depresión que aparece en muchos dolientes, ya que he pasado por esta enfermedad y también por otro tipo de duelos. Pero debo acotar que desde que tengo uso de razón en mi ha existido una dualidad respecto a la muerte: una parte de mí no la acepta (al igual que muchos), pero la otra parte lo ve como algo natural de la existencia y en ocasiones parezco indiferente a ella (de hecho, desde hace algunos años decidí no asistir más a velorios).
UNA VIDA QUE HONRE SU AUSENCIA
Aún con todo y esto, podría agregar a modo de reflexión que cuando un ser querido ya no está, tenemos dos opciones: quedarse estancado lamentando su ausencia o viviendo una vida que honre su ausencia. Muchos optan por llorar cada día, algo nos dice que si no los lloramos, si no los recordamos a cada momento, entonces no eran importantes para nosotros. Como si seguir con nuestra vida fuera una deshonra a su memoria. Pienso que no, desde mi poca experiencia, considero que no es así. También lo reflexiono de esta forma como una manera de prepararme para cuando sufra la muerte de alguien muy cercano y significativo.
Pienso que no permitir que la tristeza, el dolor, el pesar nos derrumbe, es la clave. Imaginar que esa persona nos está viendo, que de alguna manera sabe cómo seguimos después de su partida. ¿Se sentiría bien, estaría feliz de vernos sumidos en la tristeza? ¡O ella querría que sigamos adelante con nuestra vida recordándola y haciendo muchas cosas por nosotros, y sí, también por ella!
Es natural que nos duela su ausencia, la nostalgia estará, el deseo de tenerlos de vuelta seguirá, pero el hecho de que no lloremos siempre, no lloremos todos los días, eso no quiere decir que las queramos menos. El verdadero amor por esa persona que no está, desde mi punto de vista, en únicamente recordarlos, sino también en seguir con nuestra vida, dedicándole nuestras victorias, nuestros triunfos, nuestros avances, nuestras alegrías, porque así querrían vernos ellos.
Gracias por tu lectura. Te leo en los comentarios.
La muerte puede ser vista de forma trágica, dependiendo de cómo ocurra e incluso la edad. Sin embargo en mi opinión es solo un tránsito.
Gracias por tu blog