Legados del tiempo (Es-En)

in Holos&Lotus10 days ago

Un saludo para mis amigos de la comunidad @Holos-Lotus.

Estuve leyendo a @emiliorios sobre La Revolución de la longevidad y reflexiono en que no tuve el privilegio de estar mucho tiempo con mis abuelos. Los paternos tenían 12 hijos e infinidades de nietos.


Pixabay

El desamor también se carga como un pesado bulto hasta entender que mi padre, ya adulto, nos tuvo cuando sus padres estaban cansados y ancianos. Eran personas de campo sin la más mínima cultura, a no ser el dominio de la educación básica impuesta por la familia.

Apenas recuerdo algún contacto con mis abuelos paternos, solo el día en que mi padre nos llevó y mi abuelo, ya ciego, pasó su mano por mi cabeza y dijo: ¿por qué Taty tiene pelo largo?. Él sabía que en la familia había muchos muchachos pero no sabía si el nombre correspondía a hembra o varón, al menos no mi sobrenombre ambiguo.

De mis abuelos maternos tengo gratas historias. A mi abuelo no lo conocí, tampoco mi madre lo conoció porque él trascendió a los dos meses de nacida mi madre. Dice mi madre que mi abuela lo quiso mucho. Ella, blanca, pobre y sola con siete hijos, lo conoció y tuvo un varón con él; Benigno, un hombre negro de buena posición económica. Luego se mantuvieron separados y al reencontrarse tenía otro hijo y tuvieron a mi madre.

Benigno tenía dos familias más que no se conocían y se dice que tal era su carácter y rectitud que ninguna mujer podía ir a buscar problemas con otra de sus mujeres. Increíblemente, de todas estas vagas presencias me quedaron lecciones y legados.

En primer lugar, de los abuelos paternos me quedó la lección de que el ser de la misma sangre no indica que exista cariño. Ellos, los hijos, tampoco recibieron mucho porque tanto el abuelo como la abuela eran de malas pulgas.

En segundo lugar, y es el caso de los abuelos maternos, aún cuando no conocí al abuelo físicamente, engendró en nuestro físico y emociones patrones que me acompañan siempre. De hecho, del abuelo Benigno tenemos los genes afro que perduran hasta la cuarta generación y sospecho que suyo es el gen de la ciclemia que padecen algunos de mi familia y que a él, presumiblemente, le causó la muerte.

A mi abuela materna la tuve hasta mis veinticinco años, pero honestamente era una mujer muy tranquila con cierta sonrisa fijada en sus ojos y por ello muy dulce. La vi criar a sus nietos luego de criar a sus nueve hijos y nunca la vi brava. Tenía una costumbre muy singular: guardaba el dinero que le regalaban en el bolsillo de su bata y compraba cosas que se le tenían prohibidas por su hipertensión: pan, tamales, yuca. Ella comía lo que quería y los demás que hicieran de vigilantes sin ningún resultado. Mi abuela hacía un gesto con sus pulgares que mi madre repite en momentos de reflexión.

De mi abuela Vida, no hay nombre más idóneo, me quedó un legado o consejo: vive la vida porque lo que te toca te llega aunque no lo busques. Y así lo demostró: por tener nueve hijos como mujer soltera, ser amante las veces, trabajar para sostenerlos, y tenerlos a su lado y darse placeres, fue mirada con cierta misericordia porque trascendió a los 96 como lo hacen las personas buenas y tranquilas: sentada en su cama, su alma se escapó al otro plano.

La longevidad la he visto más de cerca con mi madre. He transitado junto a ella y hoy precisamente vi esta foto y la vi a ella. Hay un momento en la vida en que, al mirarme al espejo, descubro algo inquietante: mi rostro ya no es del todo mío. Entre marcas de los años, los gestos o incluso en la forma de reír, aparece el reflejo de mi madre. No es solo una cuestión de genética; es algo más profundo. Con el tiempo, heredo no solo sus rasgos físicos, sino también sus tonos de voz, sus manías La respuesta parece tejerse entre la biología, la psicología y ese invisible hilo afectivo que nos une a quienes nos criaron.

Con el tiempo los hábitos se solidifican. Pasa con las costumbres y el legado emocional. Hay algo casi poético en cómo adoptamos las tradiciones familiares, incluso aquellas que criticábamos. Mi madre que guarda envoltorios de regalo por si acaso, la manera de enfrentar lo que cree mal hecho, la pocesion sobre la familia; ahora yo me sorprendo haciendo lo mismo.

Al reconocernos en nuestros padres, entendemos que gran parte de lo que somos no fue elegido, sino recibido. Y en esa herencia mixta, de genes, gestos y afectos, reside una verdad incómoda pero hermosa: nunca fuimos del todo originales. Solo éramos, desde el principio, una versión joven de una historia mucho más antigua.

Llevamos en los huesos, en las palabras y en las rutinas diarias las marcas de quienes nos precedieron. El parecido no es solo una casualidad biológica; es también el resultado de décadas de amor, conflicto y coexistencia. Quizá por eso, cuando alguien nos dice te pareces tanto a tu madre, en el fondo no solo está hablando de rasgos compartidos, sino de un lazo que el tiempo, lejos de borrar, se encarga de hacer cada vez más visible.

Feliz Aniversario @Holos-Lotus

Gracias por visitar mi blog. Soy crítica de arte, investigadora social y amante de la cocina. Te invito a conocer más de mí, de mi país y de mis letras. Texto y fotos de mi propiedad y de Pixabay




legacies of time

A Greeting to My Friends in the @Holos-Lotus Community.

I was reading @emiliorios about The Longevity Revolution and reflecting on how I didn’t have the privilege of spending much time with my grandparents. My paternal grandparents had 12 children and countless grandchildren.


Pixabay

The lack of affection is also carried like a heavy burden until you understand that my father, already an adult, had us when his parents were tired and elderly. They were country people with no education beyond the basic upbringing imposed by the family.

I barely remember any contact with my paternal grandparents, only the day my father took us to see them, and my grandfather, already blind, ran his hand over my head and said: "Why does Taty have long hair?" He knew there were many boys in the family but wasn’t sure if the name belonged to a girl or a boy—at least not my ambiguous nickname.

From my maternal grandparents, I have fond stories. I never met my grandfather, nor did my mother, because he passed away two months after she was born. My mother says my grandmother loved him deeply. She, a white woman, poor and alone with seven children, met him and had a son with him: Benigno, a Black man of good economic standing. Later, they stayed apart, and upon reuniting, he had another child, and they had my mother.

Benigno had two other families that didn’t know each other, and it’s said that his character and integrity were such that no woman could go looking for trouble with another of his women. Incredibly, from all these vague presences, I was left with lessons and legacies.

First, from my paternal grandparents, I learned that sharing the same blood doesn’t guarantee affection. Even their own children didn’t receive much love because both the grandfather and grandmother were ill-tempered.

Second, in the case of my maternal grandparents, even though I never physically met my grandfather, he engendered physical and emotional patterns that stay with me. In fact, from Grandfather Benigno, we inherited the Afro genes that persist into the fourth generation, and I suspect his is the gene for sickle cell disease that some in my family suffer from—the same that presumably caused his death.

I had my maternal grandmother until I was twenty-five, but honestly, she was a very calm woman with a certain smile fixed in her eyes, making her seem very sweet. I saw her raise her grandchildren after raising her nine children, and I never saw her angry. She had a unique habit: she kept the money people gave her in the pocket of her robe and bought things she was forbidden to eat due to her hypertension—bread, tamales, yuca. She ate what she wanted, and no amount of vigilance from others changed that. My grandmother had a gesture with her thumbs that my mother repeats in moments of reflection.

From my grandmother Vida—no name could be more fitting—I inherited a legacy or piece of advice: live life because what’s meant for you will find you, even if you don’t seek it. And she proved it: as a single mother of nine, a lover at times, working to support them, keeping them by her side, and indulging in small pleasures, she was viewed with a certain pity. Yet she passed away at 96, as good and peaceful people do—sitting on her bed, her soul slipped into the next plane.

I’ve seen longevity up close with my mother. I’ve walked alongside her, and today, precisely, I saw this photo and saw her in it. There comes a moment in life when, looking in the mirror, I discover something unsettling: my face is no longer entirely my own. Among the marks of time, my gestures, even the way I laugh, my mother’s reflection appears. It’s not just genetics; it’s something deeper. Over time, I inherit not only her physical traits but also her tones of voice, her quirks. The answer seems woven between biology, psychology, and that invisible thread of affection binding us to those who raised us.

Over time, habits solidify. It happens with customs and emotional legacies. There’s something almost poetic in how we adopt family traditions, even those we once criticized. My mother saves gift wrappers just in case, her way of confronting what she believes is wrong, her devotion to family—now I catch myself doing the same.

In recognizing ourselves in our parents, we understand that much of who we are wasn’t chosen but received. And in that mixed inheritance—of genes, gestures, and affections—lies an uncomfortable yet beautiful truth: we were never entirely original. From the beginning, we were just a younger version of a much older story.

We carry in our bones, our words, and our daily routines the marks of those who came before us. Resemblance isn’t just a biological coincidence; it’s also the result of decades of love, conflict, and coexistence. Perhaps that’s why, when someone tells us "You look so much like your mother," deep down, they’re not just talking about shared traits but a bond that time, far from erasing, makes increasingly visible.

Happy Anniversary @Holos-Lotus

Thanks for visiting my blog. I’m an art critic, social researcher, and lover of cooking. I invite you to learn more about me, my country, and my writing. Text and photos are my own or from Pixabay.




Sort:  

Mis abuelos paternos no fueron malos, sobre todo mi abuela se esforzó un poco más para estar en la vida de sus nietos.
Sin embargo, nada se compara con la devoción que sentía yo por mis abuelos maternos. Esos dos viejecitos eran la paciencia viva, el amor más puro.
Le decíamos "Maíta" "Paíto" "Ma", "Pa", "mamachonga" "papachongo" "Mamá Adela", "Papá Carlos" y no sé cuántos motes de cariños más.
Debieron ser eternos mis abuelos, debieron poder seguir repartiendo amor...por siempre.

Que bonito siii pero tu preservas muy bien su legado así que lo hicieron muy bien

Es increíble como incluso de adultos, aún seguimos recordando todo lo que nos han enseñado y lo presente que los tenemos.
Bello post, Iris.

Gracias querido. Así es. Es como recordarnos que somos y por qué. Un abrazo para ti

💜🤍

Saludos y bendiciones, hermoso post, recordar y honrar a nuestros antepasados es entender nuestros orígenes

Gracias por estar presente. Un saludo

No somos el producto casual y sinsentido de la evolución, cada uno somos el fruto de nuestros ancestros, de los que nos precedieron y la base de los que vendrán después.
Una belleza tu post

Recordar a nuestros antepasados es algo que nos da esa sensación de pertenecer y que bonito que puedas contar tan detalladamente el camino recorrido por tus familiares. Un abrazo amiga, excelente post ☺️

Gracias querida. Cuando escribas sobre los tuyos nombrame para no perderme tu post. Un saludo

Lo importante es que, a pesar de todo, permanece en ti el legado de ellos. ¡Estoy seguro que sabrás transmitirlo con muchas más luces!

Así es querido. Con mucho placer llevo la herencia. Un abrazo

Es triste pero, a veces esa es una lección, que la sangre no siempre indica ser familia; pero hay de todo en las relaciones humanas.
Lo importante son las lecciones.
Y me impactó esto, bastante:
"...cuando alguien nos dice te pareces tanto a tu madre, en el fondo no solo está hablando de rasgos compartidos, sino de un lazo que el tiempo, lejos de borrar, se encarga de hacer cada vez más visible."
Así es, definitivamente.
Gracias, @iriswrite
Excelente participación.

Un abrazo y mi admiración para ti

Congratulations
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Que hermosos recuerdos de los abuelos, ellos, con su sabiduría, nos llenan de cariño y cuidados. 😘

Qué bello es atesorar memorias y enseñanzas de nuestros mayores. Como bien dices, todo es parte de la herencia y toma parte de lo que somos , es nuestra raíz fundamental

3 Generaciones 🥰

Ya mi madre tiene tataranietos con una fuerza en nuestros genes increíbles