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Hola a todos los amigos de @holos-lotus. Agradezco la invitación de @edward777 a participar en esta interesante iniciativa propuesta por @issymarie2 sobre lo importante que es aprender a escuchar 9ara poder sanar. Quiero a la vez invitar a participar a @marpasifico y @neilamarcano. Espero q sea de su agrado el relato de mi experiencia y muchas gracias por permitirme ser parte de esto.

Siempre me he considerado una persona activa, de esas que no pueden estar quietas ni un momento. Me entusiasma involucrarme en múltiples proyectos a la vez y suelo sentirme orgullosa de lo bien que gestiono mi tiempo. Para muchos, tener tantas responsabilidades sería sinónimo de caos; para mí es parte fundamental de mi forma de ser. Me gusta invertir mi energía en cosas que valen la pena y sentir la satisfacción de ser capaz de lograr mis objetivos.

A principios de este año decidí asumir un reto más: comencé a tutorear tres tesis de jóvenes que estaban culminando la universidad. A primera vista, parecía algo manejable. Pensé que sería un trabajo sencillo, más de guía que de esfuerzo real. “Una revisión por aquí, un consejo por allá… nada que no pueda encajar en mi rutina”, me dije.

Claramente me equivoqué. Tutorear no fue solamente corregir documentos o hacer observaciones. Fue involucrarme emocionalmente, dedicar horas a cada detalle, a cada duda, a cada paso que daban. Fue cargar con la responsabilidad de sus logros y sus frustraciones como si también fueran míos. Y sin darme cuenta, comencé a quitarle tiempo a mi descanso, y peor aún, a mi alimentación

Mi cuerpo empezó a hablarme. Primero con pequeñas señales: cansancio al despertar, pesadez en el día, falta de apetito. Noté que estaba bajando de peso, pero me convencí de que no era para tanto. Me repetía que podía resistir un poco más, que “ya pronto todo terminaría”. Y así, ignorando cada aviso, seguí adelante como si mi cuerpo fuera una máquina sin límites.

Finalmente, las tesis se entregaron. Mis estudiantes defendieron sus trabajos con éxito, y sentí por fin una profunda paz. Pensé que ya podría descansar tranquilamente. Pero fue justo en ese momento cuando mi cuerpo decidió hablar más fuerte, y esta vez ya no con susurros, sino con un grito contundente.

Me enfermé de forma repentina y misteriosa. Después de un chequel general los médicos me determinaron que tenía los riñones descendidos. Nadie supo explicarme exactamente por qué ocurrió, pero yo sí lo entendí: mi cuerpo había soportado demasiado, durante demasiado tiempo. Había ignorado todas sus señales, y ahora él se encargaba de obligarme a frenar.

Fue un llamado de atención que no pude dejar pasar. Tuve que detener todo y dedicarme a mí. Descansar. Comer bien. Reconectar con mis necesidades más básicas. Al principio, confieso que me sentía culpable por no estar “produciendo”. Pero con el pasar de los días, comprendí que sanar también es una forma de productividad, solo que dirigida hacia uno mismo. Que priorizar la salud no es un lujo, es una responsabilidad.

Hoy puedo decir que estoy recuperada. Pero sobre todo, estoy más consciente. Aprendí que el cuerpo siempre habla y que escucharlo a tiempo puede evitar grandes consecuencias. No se trata de dejar de soñar, ni de abandonar proyectos; se trata de entender que para sostener todo lo que queremos hacer, primero debemos sostenernos a nosotros mismos. Entendí que la verdadera fortaleza no está en resistir más de lo que podemos, sino en reconocer cuándo es momento de cuidarnos.

Escuchar a mi cuerpo no solo me permitió sanar… me enseñó a vivir mejor.

La imagen de este post fue tomada de las imágenes libres de Pixabay

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[Eng]

Hello to all the friends of @holos-lotus. I appreciate the invitation from @edward777 to participate in this interesting initiative proposed by @issymarie2 about how important it is to learn to listen 9ara poder sanar. At the same time I want to invite @marpasifico and @neilamarcano to participate. I hope the story of my experience is to your liking and thank you very much for allowing me to be part of this.

I have always considered myself an active person, one of those who cannot stay still for even a moment. I get excited about getting involved in multiple projects at once and I usually feel proud of how well I manage my time. For many, having so many responsibilities would be synonymous with chaos; for me it is a fundamental part of who I am. I like to invest my energy in things that are worthwhile and feel the satisfaction of being able to achieve my goals.

At the beginning of this year I decided to take on one more challenge: I started tutoring three theses of young people who were finishing university. At first glance, it seemed manageable. I thought it would be an easy job, more guidance than real effort. “A review here, a piece of advice there… nothing that I can’t fit into my routine”, I told myself.

Clearly I was wrong. Tutoring was not only correcting documents or making observations. It was getting emotionally involved, dedicating hours to every detail, to every doubt, to every step they took. It was carrying the responsibility for their achievements and their frustrations as if they were also mine. And without realizing it, I started taking time away from my rest, and even worse, from my nutrition

My body started talking to me. First with small signs: tiredness upon waking, heaviness during the day, lack of appetite. I noticed I was losing weight, but I convinced myself it wasn’t that bad. I kept telling myself I could endure a little more, that “everything would be over soon”. And so, ignoring every warning, I kept going as if my body were a machine without limits.

Finally, the theses were submitted. My students successfully defended their work, and I finally felt a deep peace. I thought I could now rest peacefully. But it was precisely at that moment when my body decided to speak louder, and this time not with whispers, but with a resounding scream.

I got sick in a sudden and mysterious way. After a general check-up the doctors determined that my kidneys had descended. Nobody could explain to me exactly why it happened, but I understood: my body had endured too much, for too long. I had ignored all its signals, and now it was making sure to force me to stop.

It was a wake-up call I couldn’t ignore. I had to stop everything and focus on myself. Rest. Eat well. Reconnect with my most basic needs. At first, I confess I felt guilty for not “producing”. But as the days went by, I understood that healing is also a form of productivity, only directed towards oneself. That prioritizing health is not a luxury, it is a responsibility.

Today I can say that I am recovered. But above all, I am more aware. I learned that the body always speaks and that listening to it in time can prevent major consequences. It is not about stopping dreaming, nor about abandoning projects; it is about understanding that to sustain everything we want to do, we must first sustain ourselves. I understood that true strength is not in resisting more than we can, but in recognizing when it is time to take care of ourselves.

Listening to my body not only allowed me to heal… it taught me to live better.

The image of this post was taken from the free images of Pixabay