No me gustan los gatos. No les tengo miedo, los puedo cargar, alimentar, quizás hasta ver en ellos lo bonito físicamente que le atrae a la gente, pues parecen peluches. Sin embargo, no me gustan. Son antipáticos, ensimismados, hacen sus necesidades donde primero se les ocurra y lamentablemente he visto los sitios más insólitos en dónde dejan sus heces, como recordatorio de que se creen los dueños del lugar, y si son machos peor, porque orinan todo marcando su territorio dejando una estela putrefacta a su paso. Y lo que es peor, nunca, nunca, nunca, dejan de tener hambre, por eso roban y se meten en casas ajenas a ver qué se consiguen.

Creo que de tantas experiencias negativas con los gatos, ya les tengo fobia también. Me encantó el toque divertido que le diste a tu escrito, para poder contarnos sobre tu fobia. Abrazos.