Hoy fue mi último domingo de descanso antes de volver mañana a la vida laboral. Esa vida que, técnicamente, debía haber comenzado el lunes pasado, justo después de mis vacaciones… pero bueno, el chikungunya decidió cambiarme los planes. A veces la vida tiene un humor peculiar.
Este domingo no salí de casa. No hacía falta. Solo agradecí que en la tarde hubiera fluido eléctrico, porque cuando una vive en Cuba, tener corriente a esa hora es casi un regalo envuelto en papel brillante. Y como todavía me siento en modo recuperación, decidí retomar algo que la enfermedad me había interrumpido: ver los primeros capítulos de la quinta temporada de Stranger Things.
Claro, no tengo Netflix. Aquí eso es un lujo, y lo que toca es esperar a que los muchachos que descargan series la consigan y la “tiren” por ahí. Pero cuando al fin llegó, dije: Bueno, Yanizet, hoy sí toca viaje a Hawkins.
Entonces me preparé un capuchino bien rico, espumoso como me gusta, de esos que te abrazan desde adentro. Compré unos pellys de jamón, rojos para la ocasión, porque una tiene que mantener el espíritu de Stranger Things aunque sea en forma de snack, y me acomodé lista para maratonear.
Ya iba mentalizada con el tema de los spoilers, porque algunos ya me habían saltado en Facebook sin siquiera pedirme permiso. Uno está ahí, tranquila, viendo memes o revisando cualquier bobería… y ¡zas!, aparece una imagen, un comentario, una teoría completa que nadie pidió. Esa traición duele. Pero aun así, por más que me hubiera adelantado a ciertas escenas, nada se compara con verlas con mis propios ojos, con esa emoción que se siente solo cuando finalmente te sientas a disfrutar algo que te encanta.
Y ahí pasé mi tarde: entre sorbos de café, pellys rojos y esa mezcla rara de nostalgia, emoción y “por fin pude verla”.
English Version
Today was my last Sunday of rest before returning to work tomorrow. That life which, technically, should have started last Monday, right after my vacation… but well, chikungunya decided to change my plans. Sometimes life has a peculiar sense of humor.
This Sunday I didn’t leave the house. There was no need. I just felt grateful that we had electricity in the afternoon because, when you live in Cuba, having power at that hour is almost like a gift wrapped in shiny paper. And since I still feel in recovery mode, I decided to pick up something the illness had interrupted: watching the first episodes of the fifth season of Stranger Things.
Of course, I don’t have Netflix. Here that’s a luxury, so you have to wait for the guys who download series to get it and “share” it around. But when it finally arrived, I said: Okay, Yanizet, today it’s time for a trip to Hawkins.
Then I made myself a really nice cappuccino, frothy just the way I like it, the kind that hugs you from the inside. I grabbed some ham pellys, red for the occasion, because you have to keep the Stranger Things spirit alive, even if it’s just in snack form, and I settled in, ready for a marathon.
I was already bracing myself for spoilers, since some had already jumped at me on Facebook without even asking. There you are, calm, scrolling memes or checking random stuff… and bam! a picture, a comment, a full theory you never asked for. That betrayal hurts. But even so, no matter how much I had been spoiled on some scenes, nothing compares to seeing them with your own eyes, feeling that excitement that only comes when you finally sit down to enjoy something you love.
And that’s how I spent my afternoon: sipping coffee, eating red pellys, and feeling that strange mix of nostalgia, excitement, and “finally, I got to see it.”
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