She was born from a field of mud and blood in a forgotten world. Her mother was a peasant, her father, a warrior God whom Brannhild herself chose while still on the celestial plane. The wings that sprouted from her back, large and gray, lift her with grace while simultaneously carrying the weight of every soul she has judged.
This is the truth of Brannhild: The armor she wears is more than just protection; it is forged from the metal of fallen heroes' armors. The cold sheen of the breastplate and pauldrons is the reflection of millions of moons that have passed over her while her presence overwhelmed her enemies.
Her purple hair and emerald eyes are her insignia; everyone who sees these features knows it is Brannhild. Purple is the color of royalty in her realm, a constant reminder that her judgment is law. And her eyes, those emerald eyes, are the cruelest mechanism of her power: they see the last sincere thought of every warrior before they die. She does not judge courage; she judges the heart.
Right now, Brannhild is still, the fiery breath of battle ceased for a moment. Her face, framed by the winged helmet, shows no fear, only an icy determination. She knows that every choice she makes is one more thread in the tapestry of fate.
Brannhild, the emerald Valkyrie, does not laugh. Brannhild sings. And her song is the sound of silver against steel, the epic and bitter ballad of a being who carries the life and death of mortals on her immortal shoulders. It is an endless battle, and in her eyes, we see that she is the only one who can never stop fighting.
ESPAÑOL
Ella nacio de un campo de barro y sangre en un mundo olvidado. Su madre fue una campesina, su padre, un Dios guerrero que Brannhild misma escogió mientras estaba en el plano celestial. Las alas que brotaron de su espalda, grandes y grises la elevan con gracia y a la vez cargan con el peso de cada alma que ha juzgado.
Esta es la verdad de Brannhild: La armadura que viste es mas que que solo una protección, forjado con el metal de armaduras de herores caidos. El brillo frío del peto y las hombreras es el reflejo de millones de lunas que han pasado sobre ella mientras su presencia sobrecogia a sus enemigos.
El cabello púrpura y los ojos esmeralda son su insignia, todos al ver estos rasgos saben que se trata de Brannhild. El púrpura es el color de la realeza en su reino, un recordatorio constante de que su juicio es ley. Y sus ojos, esos ojos esmeralda, son el mecanismo más cruel de su poder: ven el último pensamiento sincero de cada guerrero antes de morir. Ella no juzga el valor; juzga el corazón.
Ahora mismo, Brannhild está quieta, el aliento de fuego de la batalla cesó por un momento. Su rostro, enmarcado por el yelmo alado, no muestra miedo, solo una determinación helada. Ella sabe que cada elección que hace es un hilo más en el tapiz del destino.
Brannhild, la Valquiria esmeralda, no ríe. Brannhild canta. Y su canto es el sonido de la plata contra el acero, la canción épica y amarga de un ser que lleva la vida y la muerte de los mortales sobre sus hombros inmortales. Es una batalla interminable y en sus ojos, vemos que ella es la única que nunca podrá dejar de pelear.
