Entrada al Concurso “Ese zumbido que no cesa” | Scordypiox

Un zumbido estridente hizo que un grupo de cazadores se detuvieran de forma abrupta. Uno de sus miembros, un aristócrata de 65 años, preguntó qué era eso. El marqués Viggo Nyx de Fertz, de su misma edad, sacó sus dos espadas de obsidiana.

"Tenemos compañía", dijo con seriedad mientras miraba para varios lados.

Pronto un grito confirmó la sospecha del marqués. Un guardia había sido atravesado por un aguijón, siendo arrojado hacia otro lado.

"¡Scordypiox!", gritó otro guardia, lleno de horror, mientras empezaba a disparar con su rifle de plasma a la criatura peluda que surgía de la tierra, con sus grandes tenazas y el gusanillo pegado a su tórax. El guardia intentó correr, pero pereció al ser alcanzado por las tenazas de la criatura para ser despedazado.

El marqués salió al encuentro del insecto junto con otros hombres, quienes trataban de distraerlo levantando sus lanzas y gritándole, con tal de crear una ventana de oportunidad para exterminarla desde abajo.

El conde Garter de O se bajó de su ts'arkan, una variante del corcel terrícola. Con su arma apuntó hacia la cabeza de la criatura; sin embargo, uno de los guardias se lo impidió. La cabeza de la criatura contenía una feromona que podría atraer a más de su especie y provocar una masacre.

"¡No puedo dejar solo al marqués!", puntualizó con frustración.

"El marqués es un hombre experimentado en estos menesteres, mi señor", argumentó el guardia.

Pero el conde desestimó esa última declaración. Claro que el marqués era alguien muy capacitado y experimentado, pero el conde no quería enfrentarse a la ira del príncipe Haeghar, el heredero al trono imperial y quien tenía mucho aprecio por el marqués. Si éste moría a manos de aquella bestia... No, no quería ni pensar en cómo terminaría su familia.

Intentó apuntar a la cabeza, pero el guardia insistió, arrebatándole el arma. "¡¿Está usted loco?! ¡Nos va a condenar a todos a la muerte!"

El conde lo miró con furia; se abalanzó sobre él, intentando quitarle el arma. Mientras tanto, el marqués evadía las tenazas y los aguijones del Scordypiox. Con la cabeza fría analizó la situación que enfrentaba. No por nada estas monstruosas criaturas de las selvas de Titán eran consideradas unos auténticos sabuesos. Huir de ellas era un suicidio colectivo; podían perseguir a sus presas durante días enteros. Por eso era preferible matarlos, aunque para ello se requiriera una multitud entera para distraerlos y otra multitud para dar el golpe de gracia por debajo del tórax, su punto débil, con un arma de punta afilada o con una pistola de plasma.

Con una agilidad poco frecuente en una persona de su edad, el marqués logró deslizarse por debajo de la criatura y clavó en el tórax sus espadas. La criatura emitió un chillido de dolor mientras varios hombres enlazaban sus tenazas para evitar que el marqués fuera lastimado.

El Scordypiox murió un par de minutos después. Los guardias y otros aristócratas que se encontraban en la partida de caza celebraron la muerte de la criatura, felicitando al marqués por su hazaña y por la buena suerte que le acompañará en los próximos días. En la cultura saturnina, el Scordypiox era visto como un mensajero de la muerte, un anuncio de desgracias venideras; matarlo era considerado un signo de buena fortuna, así como de destruir cualquier desgracia que viniera con su presencia.

El marqués no creía en semejantes supersticiones. Para él, un Scordypiox era un insecto del que era mejor deshacerse en cuanto antes. Además, su aguijón era un material excelente para la fabricación de lanzas.

"Cuidado con la cabeza. No queremos que más criaturas vengan a nuestro encuentro si llegan a oler sus feromonas", dijo mientras los guardias empezaban a moverlo.

Se acercó al conde, quien se había separado del guardia. Sin ningún miramiento ni consideración, le dio un puñetazo que lo derribó en el suelo. El conde, asustado, intentó hablar, pero el marqués lo tomó del cuello de la camisa y lo obligó al levantarse.

Señalando al guardia, espetó: "Escúchame bien, pedazo de idiota: Agradece que este hombre te haya evitado la muerte. Si hubieras insistido en dispararle en la cabeza, habríamos llevado a esos malditos bichos directamente al campamento. ¡Todos, incluyendo tu padre, habrían perecido por tu culpa!"

El conde tragó en seco. "M-mis disculpas, Su Excelencia, yo..."

"Cállate. Solo cállate y discúlpate con este buen hombre. Para la próxima, piensa antes de actuar".