Hace falta mucha educación emocional tanto en casa como en las escuelas, para evitar que surjan los agresores, pero más que nada, para que nuestros niños y jóvenes desarrollen estrategias para contrarrestar esos comentarios molestos y no sean tampoco los que animan a que se sigan generando.
Justo hoy tuve un episodio con mi hijo menor, quien tuvo una crisis por el anuncio de una evaluación en grupo, ya que alegaba que sus compañeros son "brutos". Me tocó suspender toda actividad personal, y dedicarme a sacarlo de la crisis, pero también a darle a entender que quizás el hecho de que los demás tengan otro ritmo de aprendizaje no los hace brutos, y que de presentarse algún inconveniente porque los demás lo recarguen con toda la actividad grupal, debe reportarlo a su maestra.
Nunca lo había visto tan ofuscado, pero gracias a Dios contaba con las herramientas para ayudarlo, cosa que no todos los jóvenes tienen en casa.